Bienvenidos a Una mujer conforme al corazón de Dios.
Queridas amigas, una mujer conforme al corazón de Dios es un sitio diseñado con el objeto de conocer a cada mujer de la Biblia y aprender principios básicos y prácticos para cada aspecto de nuestra vida como mujeres.
Es por ello que te invito a vivir esta experiencia conmigo, abriendo nuestro entendimiento y comprendiendo que como mujeres tenemos un rol fundamental no solo en nuestro hogar sino también en esta sociedad.
Shalom.

miércoles, 11 de enero de 2012

Paul Wilbur Levantate Señor - Bueno es - Roni Roni - ESPAÑOL

La maravilla que es la mujer



 Pasa 250 veces por minuto, casi 15,000 veces cada hora. Pasa luego de años de esfuerzo y preparación, o por "accidente". Ocurre en cada nivel socio-económico en cada país y pueblo del mundo. Pero no importa con qué frecuencia ocurra, no importa el lugar común de este evento, siempre nos quedamos absortos y exclamamos: ¡Milagro!...
 Ese ser humano debe dar a luz y debe crear otro. Si hay algún área en que una criatura emula a su Creador--si hay un acto por el cual expresamos la chispa de divinidad en nuestro interior--es el del milagro del nacimiento.

 Es en este acto, el mayor de nuestros logros espirituales, que también se revelan la mayoría de las limitaciones de nuestra individualidad. Alimentarnos, dormir, pensar, producir una obra de arte o construir una casa--virtualmente todo lo que hacemos, podemos hacerlo solos. Pero dar a luz es algo que sólo lo podemos hacer junto con otra persona. Para dar a luz, debemos dejar de ser una entidad nosotros mismos y volvernos una parte, un componente de una comunidad de dos.
 Porque si sólo somos lo que somos, somos categóricamente "no tan Divinos". Como seres hacia nosotros mismos, somos cosas finitas y ensimismadas, fabricantes en lugar de creadores. Para crear, debemos ponernos por encima de nuestra individualidad; para hacer real nuestro ser divino, debemos trascender los límites de nuestro ser.

 Es la mujer, tanto más que el hombre que "da a luz". Es la mujer la que está más comprometida con la paternidad, y quién más agudamente siente la falta de ella cuando se la niegan. Es la mujer quien continúa mimando a su hijo mucho más tiempo después de que el hombre lo ha engendrado. Es la mujer, según ley de la Torá, quien exclusivamente determina la identidad espiritual de su hijo.
 Porque es la mujer la que en mayor medida entrega su ser para crear vida. Ella es el elemento pasivo y receptivo en el proceso de procreación. Durante nueve meses, su cuerpo deja de ser sólo suyo, a la vez que carga y nutre otra vida. Así que es la mujer, tanto más que el hombre que "siembra y da a luz" y para quien la maternidad es un estado de ser, no sólo un "logro" o una "experiencia."

 Sin embargo todos podemos volvernos una "madre". Lo que viene naturalmente a la mitad hembra de la creación puede aprenderse y asimilarse por todos, y no sólo dando a luz, sino en cada uno de las tareas de la vida. Todos nosotros tenemos el poder para reconocer que hay algo más allá de nuestra existencia confinada a la estrecha identidad individual.
 Todos tenemos el poder de volvernos mucho de lo que somos y hacer más que lo que podemos, siendo receptivos a la divinidad que hay en nuestro ser y que permea nuestra existencia.
Shalom!!

El papel de la mujer


Una joven mujer soltera estaba comentando con el Rebe sobre algunos candidatos posibles que le habían sido sugeridos, y explicaba porqué ninguno de ellos la atraía.
El Rebe sonrió: ”Has leído muchas novelas románticas”, dijo. “El amor no es la emoción abrumadora y enceguecedora que encontramos en el mundo de la ficción. El verdadero amor es una emoción que se intensifica a lo largo de la vida. Son los pequeños actos cotidianos de la cercanía los que hacen florecer el amor. Es compartir, cuidar y respetar al otro. Es construir una vida juntos, una familia y un hogar.

Cuando dos vidas se unen para formar una, llega un momento en que cada uno se siente una parte del otro, en que cada uno no puede ver la vida sin el otro a su lado.”
La Torá es muy clara en cuanto a los diferentes papeles y características impartidas por el Creador al hombre y a la mujer.
El hombre es un “conquistador”, a quien se le encargó enfrentar y transformar un mundo que se resiste, frecuentemente hostil. Con este fin, se lo ha abastecido de una naturaleza agresiva y extrovertida, una naturaleza que debe aplicar constructivamente en la guerra de la vida, la guerra de combatir lo negativo afuera y redimir las oportunidades y los elementos positivos retenidos prisioneros en los rincones más espiritualmente desolados de la creación de D-os.
La mujer es su opuesto diametral. Su naturaleza intrínseca es la de la no-confrontación, introvertida, modesta. Pues mientras el hombre enfrenta a los demonios afuera, la mujer cultiva a la pureza adentro. Ella es el sostén del hogar, quien nutre y educa a la familia, la tutora de todo lo que es santo en el mundo de D-os. “Toda la gloria de la hija del rey es interior”.
Pero “interior” no significa necesariamente “entre cuatro paredes”. También la mujer tiene un papel que se extiende más allá del hogar, también a la más foránea de las hijas y a la más pagana de las tierras. La mujer que ha sido bendecida con la aptitud y el talento de influir sobre sus hermanas, puede y debe, ser “saliente”, abandonando periódicamente su refugio de santidad para alcanzar y movilizar a aquellas que han perdido contacto y dirección en sus vidas.
Y cuando lo hace, no precisa, ni debe, asumir la postura guerrera del hombre. El enfrentamiento y la conquista no son la única manera de tratar con el mundo exterior; también hay una manera femenina, una manera compasiva, modesta y suave de extraer bondad de la maldad que chispea afuera. El enfrentamiento es frecuentemente necesario, pero es también tan frecuentemente ineficaz e incluso pernicioso. Hasta la más fiera de las batallas requiere del toque femenino de la mujer.
Shalom!!

La mujer que toco el manto de Jesús

Vamos a la fuente: 
Jesús se fue con él [Jairo], y lo seguía una gran multitud, la cual lo apretujaba.  Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias.  Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues en vez de mejorar, iba de mal en peor.  
Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto.  Pensaba: "Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana."  Al instante cesó su hemorragia, y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción.  Al momento también Jesús se dio cuenta de que de él había salido poder, así que se volvió hacia la gente y preguntó: --¿Quién me ha tocado la ropa?  
Ves que te apretuja la gente le contestaron sus discípulos, y aun así preguntas: '¿Quién me ha tocado?'  
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho.  
La mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se acercó temblando de miedo y, arrojándose a sus pies, le confesó toda la verdad.  
¡Hija, tu fe te ha sanado! le dijo Jesús. Vete en paz y queda sana de tu aflicción.  Marcos 5:24:34 

“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” Hebreos 13:8 
“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recompensa a quienes lo buscan.” Hebreos 11:6.

Averigüemos qué pasaba en ese tiempo: 
En el tiempo que se desarrolla este episodio, el prestigio social de la mujer estaba circunscrito únicamente a ser madre algún día y a llevar bien un hogar junto con su esposo.  La enfermedad que padecía esta mujer la hacía inservible sexualmente, porque teniendo una menstruación constante desde hacía 12 años estaría permanentemente ‘impura’ y no podría ser tocada por su esposo, si lo tuviera, o le impediría contraer 
nupcias si era soltera.   
De acuerdo al libro de Levítico, en el Antiguo Testamento, la mujer en menstruación era considerada impura, así como también sería impuro todo aquel que la tocara. Si la mujer tenía el flujo de sangre fuera del tiempo de su regla normal, permanecería impura mientras esta condición durara. Esto quiere decir que la mujer que se acercó a Jesús había sido considerada legalmente “impura” durante doce años, y cualquier hombre que tuviera contacto con ella, o que tocara su cama o algún mueble en que ella se hubiera sentado, quedaría impuro también. (Levítico 15, 19-28.)  
Esta es una de las razones por las que esta pobre mujer quería tan sólo “tocar” el manto de Jesús, y no su persona, y también el motivo de que se acercara a Jesús “temblorosa” cuando se vio descubierta. Tocar a un hombre sin que él lo supiera y contagiarle su “impureza” habría merecido un severo castigo.  Jesús la sana, pero no solamente del flujo de sangre, sino del lastre que llevaba encima por ser considerada impura e intocable. El hecho de que Jesús insistiera en descubrir públicamente a la persona que le había tocado, lo muestra como liberador del yugo que la legalidad o la culpa nos impone.  
  Esta enfermedad la limitaba en desempeñar algún día el rol de madre porque no podía tener hijos.   
La limitaba en sus quehaceres diarios porque no podía tocar los utensilios domésticos debido a su impureza.   
Y lo más doloroso quizá era que debido a su enfermedad no podía ingresar al templo.   
Esta mujer estaba relegada de todo tipo de evento social y de gozar la compañía de quienes amaba. Para empeorar la situación, Marcos nos cuenta que había acudido a varios médicos, y que había perdido en ese intento todo su dinero infructuosamente. 

Tengamos en cuenta que Las leyes de purificación del Antiguo Testamento relacionadas con la menstruación tenían un ingrediente referido a la higiene y a las consideraciones sanitarias propias de la peregrinación por el desierto. No obstante, aun después de esa situación particular, se siguió considerando la purificación como un elemento básico en el trato a la mujer. 
Durante su período, la mujer era aislada completamente. Hasta los familiares más cercanos tenían prohibido en dicho momento acercarse a la mujer menstruante, por temor a quedar impuros.  
Hoy nos parece que aquello no sólo era absurdo, sino también una señal de ignorancia; pero, no obstante, era lo que se practicaba como señal inequívoca de que Dios así lo había así indicado.
   
Esta mujer estaba desesperada, el flagelo de esta enfermedad la había destituido de su rol en la sociedad, no tenía opciones, sólo quedaba una puerta por tocar y ella decide hacerlo: no iría frente a Jesús a postrarse y pedir ayuda, como lo acababa de hacer Jairo. 
Ella no podía presentarse delante de nadie debido a su impureza, esta mujer sólo quería tocar el borde del manto de Jesús para de esta manera no contaminarle, pero sí para recibir sanidad.  Observemos con detenimiento: 
En medio de la más oscura adversidad, aún cuando a esta mujer todo “le iba de mal en peor” ella decide que no podía seguir viviendo de esa forma, dejó la autocompasión, la desesperanza, la resignación, la apatía y decide creer. 
Ella va convencida detrás de Jesús, el texto nos dice: “Pensaba [la mujer]: ‘Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana’." (v. 28)  
Y efectivamente, Jesús la sana, pero Él no permite que ella continúe en el anonimato,  

  •  Insiste en preguntar quién le tocó,  
  •  La pone delante de todos, 
  •  La felicita por su fe (ojo que en el verso 34 le dice “hija” vocablo que no utilizó con ninguna otra mujer… de hecho que fue música para los oídos de una mujer marginada durante 12 años) 

Jesús le devuelve su estatus, su dignidad, ella ahora estaba apta para vivir una vida normal. 
Jesús sabe diferenciar lo que es ser apretujado por una multitud versus lo que es que alguien le toque con fe.   
Jesús aún hoy está dispuesto a responder cuando decidimos creer y elegimos extender nuestras manos hacia Él. 
Shalom !!

Paul Wilbur. Maravilloso